SUBCAMPEONES
Hay una historia que se escribe cada diciembre, una historia que no aparece publicada en ningún matutino impreso, pero que queda grabada en la mente y pasión de los que participamos en ella.
El pasado fin de semana (17 y 18 para que quede en la historia) me invitaron a participar una vez más del equipo de guías de turismo en el campeonato relámpago de la agencia de viajes. Polera blanca de la selección inglesa, cortos negros del Manchester y las zapatillas ya tradicionales de Kappa. Número 5 en la espalda (este año no nos colocamos los nombres de famosos como en otras ocasiones, cuando pasé por Ze Roberto) y, como siempre, con más ganas que preparación efectiva y más barra que convencimiento propio, afrontamos el primer partido.
Faltando minutos estábamos a punto de perder por “walk over”, así que tuvimos que recurrir a nuestras reservas, habilitando a nuestro centenario amigo Luis Cruz (Rolando me había indicado que, inicialmente, la consigna era más bien despistarlo para que no juegue). Así, estábamos allí la triple R (Ro, Renán y Rolando), nuestro refuerzo peruano Eduardo y nuestro improvisado arquero. Saltamos a la cancha. Calentamiento, un par de toques de balón, indicaciones de líderes empíricos, un “hurra” de auto-aliento y el saludo al contrario.
El árbitro (oficial FIFA, no sé de dónde lo sacaron) da el pitazo inicial. En lugar de ir a pelearla con vehemencia, este año prefiero empezar tranquilo, pues quedan otros dos partidos por jugar y otros dos más mañana si clasificamos Inesperadamente marcamos primero, y luego viene el segundo. Aprovechamos que al rival (Titicaca) le falta un jugador y caemos en ser sobradores. Comenzamos a especular y a querer hacer lujitos y ahí llega el descuento. Fin del periodo inicial. Todo es sonrisas y recomendaciones, para mantener la victoria. Previo al inicio del segundo tiempo llega el “crack” del equipo contrario. Comenzamos como si no nos percatásemos de aquello y ahí nos viene la tromba. Luis se convierte en revelación, resistiendo cuanto remate recibe, pero tanto va el agua al cántaro que se rompe. Gol, y otro más. Cuando alcanzamos a controlar el juego vamos perdiendo por un gol. No nos damos por vencidos. Mano en el área y penal a favor. Me encargan la tarea. Estoy allí frente al arquero, pensando a qué lado patear. Viene César, el capitán del rival y para confundirme más me susurra al oído patear a la izquierda, esperando obviamente que haga lo contrario. Ni lo uno ni lo otro: El tiro va directo al centro y el arquero – que se había lanzado a la derecha – no alcanza a tocarla. Van dos goles en mi haber, “Al menos ya alcancé mi récord de pasados años”, pienso. Cuando pensamos en definir el partido viene el gol contrario y poco después el pitazo final. Caída. “Lo importante es jugar” comenta Grace, intentando aliviar el desconsuelo.
Mientras esperamos, vemos los siguientes partidos y pensando en nuestro último juego frente a Marce – de lejos, el mejor equipo del campeonato - pensamos en la carnicería que se viene. 12 a 1 quedó su partido, con un moreno apodado Angola que se divierte con la pena ajena. Saltamos de nuevo a la cancha. Otros dos goles en mi haber y el segundo partido termina emparejado 4-4, a pesar que íbamos ganando 4-1 hasta 10 minutos antes del final. ¡Qué mala consejera es la excesiva confianza!.
Tercer partido. Tenemos a Angola y a Rogelio en frente, pero no nos aminoramos. Nos aplicamos muy bien en la marca, y el primer tiempo sacamos un sacrificado 0 a 0. El segundo tiempo marca la sorpresa: Marcamos el primer gol, y después viene el segundo de mis pies. Cuando mejor nos iba y de forma infantil Renán se hace expulsar. Luego llega lo inevitable: perdemos las marcas, triangulan a gusto y en menos de cinco minutos nos empatan. Rolando cae al piso por calambre y Luis se queja de los remates que casi le doblan las manos. Terminamos con un 6-3 en contra pero a pesar de aquello clasificamos como cuartos (entre 6 equipos).
Al día siguiente, con Pepe como refuerzo enfrentamos la semifinal y, si bien ganamos con un estrecho 4-2, jugamos nuestro mejor partido, nos divertimos y convencemos. Sin creerlo estamos en la final esperando a Marce, que seguro llegará allí. Organizamos la defensa, definimos posiciones y recomendaciones. Llega la final. A pesar de todo lo planificado, el partido sale calcado al del día anterior: Renán sale expulsado y el equipo se desarma completamente. Mi pólvora está mojada y no encajo una. Eso sí, apoyo en la marca, pero no es suficiente. Marce no tiene piedad. Luis pasa de estrella a estrellado. Los últimos minutos ya no hay necesidad de jugarlos pues todos ya saben quién es el campeón. ¿Cuánto ganaron? Baste decir, como dijo Paola, mucho a poco.
Termina el partido. Abrazos por allí y por acá. Las guías nos dicen que no nos preocupemos que ellas ganaron el campeonato – en su categoría - por nosotros (técnicamente sí, aunque fue por walk over). Mientras me voy sacando la indumentaria, pienso en las campañas de años pasados (desde el 8-1 que soportamos hace cuatro años con Iván y Franz) y veo que hemos mejorado. Estoy contento porque a pesar de los años, he mantenido mi relación con este grupo tan heterogéneo y ameno a la vez. Tengo tan poco parecido a ellos, sea en formación o dedicación que me sorprendente mi compatibilidad. Al final, el fútbol es sólo la excusa, aunque de vez en cuando no nos venga mal uno que otro subcampeonato.