DE GIGANTES Y SUS OCASOS
Escribo estas líneas mientras escucho la canción Memorias de Yayo Joffré y Los Jairas. La letra y la melodía de la canción calzan perfecto con los sentimientos de nostalgia que llevo en estos momentos. La vida me dio la oportunidad de conocer hace algunos años - y tomarme junto a él unas bebidas espirituosas en Ginebra - a este grande de la música folclórica de Bolivia, a quien no le pesó el orgullo de su renombre para charlarme aquella tarde (lo acababa de conocer) una y otra anécdota de su admirable vida. Hoy que sé que está sufriendo junto a su esposa Minón - Nicolás su hijo, a quien también conocí fugazmente, falleció hace una semana - me vino una tristeza profunda, como si fuese mi propia pérdida. Y en parte lo es. Desenterré todos los recuerdos que tenía de aquella corta visita y de la energía que me transmitió Yayo, a pesar de estar tan lejos de su país. Estos días pensé en los Jairas, en las canciones y proyectos que hicieron en los años 60 y 70, en sus sueños a pesar de las duras realidades.
Coincidentemente, aquella noticia me llegó cuando ayer el padre Pérez mostraba su decepción por la baja respuesta de la gente a la competencia ciclística que organiza FIDES, la vuelta a Bolivia. Yo recuerdo que hace unos años, cuando le preguntaban hasta cuándo pensaba organizar la competencia, él decía premonitoria y optimistamente hasta 2013. Parecía el futuro lejano. Bien, llegó 2013 y todo hace pensar en el fin de un ciclo, pues no hay visos de alguien que se haya apropiado de la iniciativa. En tono de decepción, Pérez decía que pensaba retirarse también del periodismo y la televisión.
Pensé también en el padre Obermayer y su gigantesca dedicación diaria a su obra, tanto que mi papá - cristiano, pensante - me dijo una vez: "Los cristianos deberían clonar a este cura", refiriéndose a la fortaleza y energía que él te transmite. Pensé en todos los que critican y que no pudieron construir (y no hablo físicamente) ni un décimo de lo que ellos critican. Hay gente a la que le sobra energía, pero le falta el cuerpo, y también al revés. Corroboré que no importa donde esté, cuando hay fuego éste siempre tiende a arder, pues ésa es su naturaleza. Y no solamente pensé en ellos, sino en todos los "grandes" que tenemos alrededor y que, poco a poco, se van apagando, no por ellos mismos, sino por nuestra indiferencia.
Mi última vivencia me confirma lo anterior. Las semanas pasadas, con esto de la organización del seminario, pasé más tiempo con Edmundo Garáfulic que con mi familia. Hace algunos años - lo conocí en el evento de la alcaldía del 2009 - él habría tenido la sartén bajo el mango y, a pesar que mantiene la misma energía del pasado, se notaba que el tiempo no lo perdonaba a él tampoco. Me agradeció y me dijo que habíamos hecho un excelente equipo. Yo sólo asentí a pesar que sabía dentro mío que no lo habría logrado sin él. Tanto él como Maria Elena llevan la vocación por dentro, que se traduce en dedicación y donde lo formal (la retribución monetaria) es sólo un medio. Como me dijo Ricardo sabiamente "lo habría hecho inclusive gratis". Esas son las personas que te demuestran lo que uno debería buscar para lograr una satisfacción personal, más que económica. ¿Idealismo puro?, puede ser, para quien no se lo crea.
"Faltan relevos"
Durante el mismo evento, aquella frase - expresada por uno de los expositores - me impactó mucho. Me dio un escalofrío pensar en el ocaso de los gigantes y de la responsabilidad que implica "tomar la posta". De hecho, por primera vez pensé seriamente en mi propio ocaso (lo había hecho antes, pero sólo como en una visión de cine, con todo armado, irreal). Quizá lo vi en la figura de las personas sabias - de aquellas que admiro, pero en realidad pensé en el mío, ahora que (tengo 35) parece sólo una posibilidad. Y sin embargo, también parecía una posibilidad cuando de niño me soñaba a mi mismo como un adulto de 22 años el año 2000, preguntándome si el mundo no se acabaría...quien iba a decir que pasaron ya 13 años de entonces y el mundo, enfermo sí, sigue adelante. Así, más que pensarlo como una posibilidad, hay que asumirlo - no vivirlo pues mi presente es el ahora - como un hecho ineludible.
Afortunadamente, el destino (mi Dios, si existe), siempre me envía las señales correctas. Sí, en el ocaso de mi vida quisiera mantener la vivacidad y espontaneidad que muestran los jóvenes, pero no su ingenuidad. Los facilitadores de logística de Sistemática (Jazmín, Dennis, Gabo) me devolvieron y contagiaron la energía que tenía diez años atrás, cuando hacía las cosas sin pensar demasiado - pienso en la gente del Inti Watana y del Comité Impulsor de la Ley de la Juventud - sino de puro corazón. También me gustaría alcanzar un mínimo de sabiduría, para tener una visión mucho más metódica, objetiva y organizada, fruto de la experiencia de los mayores.
Me veo en medio del camino, en la "cúspide" dirían otros, pero entiendo que aún soy un aprendiz, afortunado de tener la posibilidad de compartir cosas con los mayores y los jóvenes, sintiéndome un poco de ambos, pero ninguno a la vez. Vuelvo al tema de los gigantes: Mi admiración y alegría de tenerlos aún con nosotros, deseando contar con el tiempo suficiente para adquirir algo de ellos, para cuando ya no estén.